Son postulantes al Taiwán Tech y ya tienen ideas para cambiar la realidad
Vienen del interior del país: una piensa en ser la primera directora de Itaipú, otra en traer lo último para mejorar la infraestructura civil y uno en crear un artefacto desconocido que sea útil a la gente.
Monserrat Argaña, de Arroyos y Esteros; Araceli Bericua, de Ciudad del Este, y José Ávalos, de Minga Guazú, están entre los 400 candidatos seleccionados para seguir el curso de ingreso a la Universidad Politécnica Taiwán–Paraguay (UPTP), o Taiwán Tech.
Monserrat, de 19 años, se inclina por la Electromecánica. Vino con su hermana gemela, Pilar, para probar Ingeniería en la Facultad Politécnica de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). En enero iniciaron el cursillo allí y cuando surgió la oportunidad en la UPTP, no dudaron en postular también.
Hoy siguen ambos cursos y no dudan en seguir las dos carreras en caso de ingresar. “Casi no dormimos”, revela al indicar que estudia siempre con su hermana a quien le interesa más la Informática.
De lunes a viernes asisten a un curso para Politécnica UNA. “Esto para mí es un repaso porque muchas cosas ya aprendí allá”, dice sobre el cursillo del Taiwán Tech que dan los sábados en la sede del Comité Olímpico Paraguayo.
“Mi hermana es muy genia, yo le admiro y ella me dice lo mismo”, cuenta entre risas.
Insiste en que de ingresar a ambas universidades, van a estudiar dos carreras a la vez. “El tema está en que podemos ser un poco ambiciosas, por qué no hacer las dos carreras. Sé a lo que me estoy enfrentando, que tengo que hacer un sacrificio”, manifiesta y explica que la clave es ponerse horarios, metas y centrar la cabeza solo en el estudio.
Muchos no le creen –dice– que quiera ser ingeniera. El día de mañana, en un futuro no muy lejano, se ve cambiando el país, como directora de Itaipú. “Hay lugares donde no llega la energía eléctrica en el interior del país”, apunta.
Araceli, de 18 años, vive en casa de su tía en Luque. Cuenta que probó ingresar este año a la Facultad de Ingeniería de la UNA (Fiuna), pero rebotó. Lejos de rendirse decidió redoblar la apuesta. “Me estoy esforzando el doble, la verdad, porque es distinto: el idioma y los enfoques”, refiere y admite que al principio le costó adaptarse a las clases en inglés.
Para ella, es preciso un poco más que un conocimiento básico de ese idioma para entender lo que se dicta.
Innovar. Araceli quiere seguir Ingeniería Civil. “Paraguay tiene mucho por construir aún y además tenemos muchos problemas de infraestructura”, afirma y se imagina –en algún momento– diseñando puentes o viaductos para solucionar el caos del tráfico vehicular.
Una vez que concluya la carrera piensa hacer un masterado, si es posible en Taiwán. “Pienso hacer un doctorado si me dan la posibilidad para adquirir el mayor conocimiento posible sobre nuevas técnicas, nuevas ideas y poder implementar todo lo aprendido acá”, anuncia.
Le interesa de sobremanera “ver qué hay afuera”, aprender e implementar en el país lo último de la tecnología. “Se puede traer nuevos materiales que pueden reducir costos de construcción. Hace poco vi en internet que hay asfaltos que absorben el agua; o sea no existirían más baches. Aparte, hay ciclovías que son de plásticos reciclados”, enumera.
impensado. José (19) estaba signado para trabajar, una vez terminado el bachillerato. Desde los 12 años, como su madre es profesora de inglés, estudió ese idioma y desde hace unos años enseña de forma particular; incluso le tocó dar clases unos meses en un colegio como profesor reemplazante.
Ahora vive con su tío en Mariano Roque Alonso. “Mi promedio fue siempre cinco absoluto porque siempre me gustó estudiar. A un profesor, acá, le sorprendió por qué no estoy en la universidad. Yo soy de escasos recursos, cuando terminé el colegio ya tuve que empezar a trabajar”, relata.
“Empecé a trabajar desde la época del colegio, enseñando particular y haciendo traducciones de resúmenes de tesis de alumnos de la facultad. Hacía mi propia plata porque necesitábamos. Cuando terminé el colegio empecé a buscar trabajo”, cuenta al señalar que acumuló numerosas entrevistas y no le contrataban.
Asiente que si conseguía algún puesto como vendedor no estaría hoy probando para estudiar Ingeniería Electromecánica en la universidad taiwanesa. “No tenía pensado estudiar en la universidad; iba a trabajar y capaz, iba a seguir en una privada”, confiesa.
A mediados de julio último tomó nota de la convocatoria al Taiwán Tech. “Hablé con mi papá, que está separado de mi madre, para ver si tenía algún contacto porque tenía que ver dónde vivir, cómo hacer con los gastos. Y ahí supe que tenía un tío por acá”, comenta al indicar que fue recibido con los brazos abiertos por sus parientes.
De chico –recuerda– quería ser doctor en Medicina; luego cuando compitió en las Olimpiadas de Matemáticas se inclinó por lo tecnológico. “Quiero conocer cómo funcionan los celulares, de dónde salen, cómo funciona la tele”, menciona y como algún vez le interesó la medicina se imagina fabricando algo nuevo; quizás, por qué no, artefactos que puedan mejorar la práctica médica.